ANDRÉS BELLO Y BARTOLOMÉ MITRE, unidos por el cóndor.
La literatura fue una de las grandes pasiones de Andrés Bello, lo que se demuestra en el abanico de posibilidades con que el venezolano trabaja el tema: traducciones, crítica literaria, poemas, etc. Desde joven estuvo interesado en el progreso de las naciones americanas y tempranamente manifestó su convicción de que el mejor legado de la dominación hispana para las nuevas repúblicas fue la lengua española, entendida como vínculo unificador entre las nuevas naciones.
El proyecto histórico y social de Andrés Bello era la unidad del continente, es por ello que en sus creaciones literarias los próceres americanos son vistos como héroes que combaten memorables epopeyas en el proceso de emancipación. Desde sus primeras poesías, escritas en su juventud en Venezuela, destaca la naturaleza americana como algo hermoso, incorruptible, lo describe como un espacio utópico. Esta manera de idealizar América lo llevará a tener importantes disputas con el intelectual y político argentino Domingo Faustino Sarmiento, quien tenía una visión totalmente opuesta: para él, este aspecto salvaje era parte de la barbarie americana.
El periodo de mayor producción literaria lo desarrolló en su estadía en Londres donde destaca su poema titulado “América”, el que nunca llegó a completarse y publicarse. De él sólo existen los borradores que se encuentran publicados en “Las Obras Completas”.
Andrés Bello llegó a Chile en 1829 -a los 48 años-, y acá continuó con su labor poética creativa, marcada principalmente por su sentimiento americanista y por una fuerte identificación con nuestro país, al que le dedicó poemas con elevado sentimiento patrio.
En esta época de su vida, don Andrés se centrará en la creación de poemas costumbristas, que describen escenas culturalmente típicas. Uno de los aspectos destacables de esta elaboración poética es el acentuado ánimo libertario y la constante búsqueda de símbolos de identidad nacional. Dentro de esta línea hay poemas como “La cometa”, que tiene dos versiones, una de 1833 y otra de 1846. También se destacó por la elaboración de poemas fábulas, con una moraleja de proyección social, como “Las ovejas”, “El hombre, el caballo y el toro”, ambos de 1861, y “La ardilla, el dogo y el zorro” de 1858. Estos poemas se vinculan a las fábulas clásicas de la cultura greco-latina.
AL CÓNDOR DE CHILE
Bartolomé Mitre
Tú que en las nubes tienes alto nido,
Tiende tu vuelo, cóndor atrevido,
Que sustentas de Chile el paladión;
Sigue del sol la luminosa huella,
Y trae cual Prometeo una centella
Para incendiar con ella á la nación.
Para incendiarla en alto patriotismo,
Para animar la antorcha del civismo
Para encender del pueblo la virtud;
Para templar los tibios corazones,
Para quemar los últimos girones
Del manto de la torpe esclavitud.
Estiende, estiende el ala vigorosa,
Cual la vela que en noche procelosa
Alza la nave en negra tempestad;
Vuela á traer la vívida centella
Que en ochocientos diez, fulgente y bella,
La antorcha reanimó de libertad.
Tú sabes ya el camino, ave altanera,
Fuiste de nuestros padres mensajera
Para pedir á Dios chispa inmortal
Y dar fuego de alarma los cañones,
Y derretir los férreos eslabones
De la innoble cadena colonial.
Tú los viste lanzarse á la pelea,
Blandir la espada, sacudir la tea,
Vencer, y caer en la pujante acción
Mientras que tú, cruzando las esferas
Dabas aire de Chile á las banderas,
Y fuego del patriota al corazón.
Tú los viste en la noche tempestuosa
Guiados por tu pupila luminosa,
Cual por la estrella el navegante audaz,
Escalar de los Andes las montañas,
Esculpiendo en su cima las hazañas
Que realizaron con vigor tenaz.
Allí también reverberó tu lumbre
Cuando bajó rodando de la cumbre
Desmelenado el iracundo león,
A par que retumbaba en la eminencia
El grito atronador de independencia
Que repetía el mundo de Colon.
Desde entonces tu llama se ha apagado,
El corazón del pueblo se ha enfriado,
Y ha muerto el fuego patrio en el altar,
Fuego necesitamos: danos fuego,
Que nuestro ojo abundante riego
De libertad al árbol dieron ya.
Haz por los hijos lo que en otros días
Hiciste por sus padres, cuando hendías
Las esferas con ímpetu veloz,
Para traer la centella salvadora
Que de ese sol, que el universo adora,
Brotó, y en tus pupilas puso Dios.
Las alas tienden y sube hasta los cielos,
Cual si fueras á traer á tus hijuelos
El alimento que la vida da;
Y mientras bajas desde el alta esfera
Nuestra voz de Setiembre á la bandera
Con himno popular saludará.
Y cuando venga la centella ardiente
Que del cobarde el corazón caliente
Y nos llene de aliento varonil;
Danos sombra propicia con tus alas,
Mientras que en el espíritu que exhalas
Impregnamos la túnica viril.
Después condúcenos á la victoria,
Traza con luz la senda de la gloria
Que nos lleve sin sangre á la igualdad;
Toma luego en tu pico oliva y palma
Y arrancando una chispa á nuestra alma
Vuélvesela á ese sol de libertad.