LA AMISTAD
Tema expuesto por el miembro de la Sociedad "LOS CÓNDORES" de Talca, don ROLANDO ADRIÁN PAREDES HERRERA, en la sesión comida mensual de la Sociedad, celebrada el día Viernes 29 de octubre de 1999, la primera de la nueva época.
Pocos temas existen, que hayan concitado las reflexiones de tantos pensadores y escritores, como el de la AMISTAD.
Homero, en la Odisea, habla de la AMISTAD, y según Platón y Jenofonte, Sócrates conversaba a menudo sobre ella con sus discípulos. Aristóteles, Cicerón (citado en nuestra Acta de Fundación del 31 de agosto de 1951), Séneca, Horacio, Ovidio y otros en la antigüedad greco-romana, le consagraron obras enteras o partes importantes de ellas a la AMISTAD.
Ya, más próximos a nosotros en el tiempo, Montaigne, Shakespeare, Cervantes y otros tantos y numerosos escritores hicieron su elogio a la AMISTAD, tanto que Nietzsche y Schopenhauer pusieron en duda su posibilidad.
Para los que siguen y se sitúan en la tradición socrática, .la AMISTAD significa, ante todo, una intensa comunión intelectual. Para los cristianos significa, una comunión en Dios; para otros, el término posee un sentido equivalente al de "camaradería de lucha", mientras que los románticos, siguiendo a Juan Jacobo Rousseau, ponen el acento sobre la efusión sentimental.
Los que viven y se conducen con lealtad, integridad, ecuanimidad y generosidad; los que no albergan en su alma ni codicia ni liviandad, ni imprudencia y poseen firmeza, merecen ser queridos por gente de bien y que se les llame así, porque siguieron a la naturaleza como la mejor guía del recto vivir. Parece que todos al nacer, estamos orientados a .anudar con el resto de los hombres un cierto vínculo social, tanto más estrecho cuando más cercanos. Los connacionales son preferidos a los extranjeros y los parientes a aquellos que no lo son; con ellos la propia naturaleza engendró la AMISTAD, que hace posible la preferencia. Lo que engendra la AMISTAD, es ver brillar en otras personas algún indicio de virtud. Cuando esto acontece, los espíritus afines se unen estrechamente y entonces el amor surge por necesidad. Ninguna cosa más agradable que la benevolencia recíproca, ni más deleito-tosa que la mutua alternación de afectos y buenos oficios.
La AMISTAD sólo florece entre los hombres honorables y bondadosos, puesto que no puede existir de modo alguno sin la virtud, ya que ésta la engendra y la mantiene.
Así como somos bienhechores y tolerantes sin exigir agradecimiento (porque no negociamos con los favores, sino que por modo natural nos sentimos inclinados a la generosidad y a la filantropía), debemos pensar que la AMISTAD no debe solicitarse por obtener una recompensa, sino porque todo su fruto se cifra y encierra en el amor mismo.
Hay gentes que desean la AMISTAD por debilidad o por necesidad, de suerte que al hacer o recibir beneficios cada cual obtiene de otros lo que no puede alcanzar por sí mismos.
Así como es propio de la verdadera AMISTAD aconsejar y ser aconsejado; que el que amonesta lo haga con franqueza pero sin acritud; y que el amonestado reciba la advertencia con paciencia y sin protesta, así también debe tenerse por cierto que no hay en las amistades mayor azote que la adulación, el alago y la incondicional complacencia. En cualquier circunstancia es malo el fingimiento (porque ofusca la apreciación de lo verdadero y lo desvirtúa); pero en ninguna lo es tanto como cuando se trata de la AMISTAD. Ese fingimiento, destruye la verdad, sin la cual no se puede prevalecer ni aún en nombre de aquella AMISTAD
La base y fundamento de la estabilidad y constancia en la AMISTAD estriba en la fidelidad. Sin ésta, nada hay estable. Es necesario elegir para amigo a una persona leal y de un mismo sentir y querer. Ni los espíritus solapados y tortuosos, ni los que no poseen los mismos gustos que el amigo ni congenian con éste, es posible que sean fieles y duraderos.
Resulta así verdadero que, la AMISTAD sólo puede existir entre hombres de bien; éstos están obligados a observar en la AMISTAD que no haya en ese sentimiento nada fingido ni simulado, porque incluso es más propio de un espíritu noble odiar abiertamente que con disimulo.
La AMISTAD hace más brillante la buena fortuna y más llevaderas las adversidades al compartirlas y comunicarlas; pero no olvidemos que nada hay tan difícil como hacer durar la AMISTAD hasta el último momento de la vida y aún después de la muerte. Sobrevienen con frecuencia, diferencias de opiniones políticas o religiosas entre amigos, cambia asimismo el carácter de las personas, ya por obra de las adversidades, ya con el transcurso de los años; sin embargo, debemos considerar que sin el sentimiento de la AMISTAD nada vale ni significa la vida, si es que aspiramos a vivirla plenamente.
La verdadera AMISTAD no se satisface con "hacer algo juntos”, sino que propende a la CO-CREACIÓN. La acción creadora de los amigos se produce por su común esperanza, por su compromiso común al servicio de lo trascendente. Cuando más fuerte y noble es esta esperanza, más profunda y coherente la acción, es más auténtica la AMISTAD de los que a ella se entregan.
Los amigos actúan unos con los otros, unos sobre los otros y también unos por otros. La AMISTAD lleva a su más alto grado la solidaridad, que es la fraternidad. Los camaradas de la lucha combaten juntos por el triunfo de una causa; los camaradas de trabajo actúan unos con otros en la faena; pero no éstos ni aquellos se proponen explícitamente actuar unos por los otros. En la AMISTAD, la obra común no se deja separar del actuar en común.
La AMISTAD representa uno de los valores existenciales más fundamentales, que puede hacer la vida de los hombres infinitamente más bella y fecunda; en otras palabras, la AMISTAD puede hacer posible la existencia y protección de la fraternidad.